lunes, 30 de enero de 2012

Ordenadores en el arte. Primeros pasos.

Puede situarse el comienzo de la utilización de ordenadores en el arte entre 1953, fecha en la que Ben Laposky realizó sus "abstracciones electrónicas" (esencialmente fotografías de imágenes de un osciloscopio controlado analógicamente), también llamadas "oscilones", y 1956, cuando el músico Lejaren A. Hiller compuso su "Suite Illiac" con ayuda del primer ordenador digital electrónico americano.






En Europa, el pionero fue Herbert W. Franke, científico y escritor de ciencia-ficción, que expuso en Viena en 1965 una serie de fotografias de gráficos obtenidos también en un osciloscopio.



Con la aparición de los primeros trazadores de curvas (plotters), controlados por ordenadores digitales, comienzan a aparecer excelentes "gráficos de ordenador", como los de William A. Fetter, que era en 1960 director de la división de gráficos de ordenador de la compañía Boeing, para la que realizó una serie de dibujos de figuras humanas. Aunque su intención no era de tipo estético, sino que trataba de estudiar algunos problemas de ergonomía en la cabina de un avión, no dejan de ser un interesante precedente del arte realizado con ordenador.




Otros científicos y técnicos también encontraron en los trazadores de curvas un instrumento con el que expresar su sentido artístico. A. Michael Noll, en NuevaYork, y Frieder Nake y Georg Nees, en Stuttgart, fueron los primeros en mostrar en sendas exposiciones en 1965 gráficos realizados con ordenadores digitales.




Cinco composiciones de ordenador basadas en el cuadro de Mondrian (primero a la izquierda) "Composición de líneas" de A. Michael Noll.


"Noventa sinusoides paralelos con periodo incrementado lineálmente", también de Noll.





"Homenaje a Paul Klee", de Frider Nacke



Gráfico de Georg Nees.

A estros nombres pueden sumarse en los años sesenta los de muchos otros científicos, como Charles Csuri, Leslie Mezei o Kenneth Knowlton, pero no es sino hasta 1968, con la exposición Cybernetic Serendipity en Londres y la creación en el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid (CCUM) del Seminario de Análisis y Generación Automática de Formas Plásticas (SAGAF-P), cuando toma carta de naturaleza el ordenador como herramienta a disposición del artista.

Dos de los artistas que se incorporaron desde el primer momento al SAGAF-P, Eusebio Sempere y Abel Martín, ya habían utilizado poco antes en algunas serigrafías "gráficos de ordenador" generados en un trazador de curvas por el ingeniero de caminos Eduardo Arrechea.




En el campo musical español, fue J. M. Mestres-Quadreny, en 1969, el primero que utilizó un ordenador para componer música. Un año después se creó, también en el CCUM, el Seminario de Análisis y Generación Automática de Formas Musicales (SAGAF-M).

miércoles, 25 de enero de 2012

Evolución



I

- ¿Es la primera vez que vienes aquí? – preguntó Jarciel.

- Si. Nunca antes había visto el mar.

Marael se inclinó un poco para ver mejor la playa.

- Es extraordinario como el viento levanta las olas y las impulsa hacia la orilla. Y como rompen con un ritmo constante, cubren la playa, y luego se retiran.

- El romper de las olas es una de las formas en que el agua toma el oxígeno de la atmósfera para que puedan respirar los peces.

A Jarciel le gustaba la ecología.

- ¿Y por qué no suben a la superficie y toman el oxígeno directamente del aire?

- Bueno,… están hechos así. Tienen branquias para tomar el oxígeno disuelto en el agua. Y como eso no les cuesta trabajo, ¿para qué iban a esforzarse en respirar de otra manera?

Jarciel se quedó pensativo unos instantes. Luego señaló una charca de agua salada que, al bajar la marea, había quedado aislada en la parte alta de la playa.

- Mira. ¿Ves esa charca? Allí han quedado algunos pequeños peces. La arena irá absorbiendo poco a poco el agua y casi todos morirán asfixiados al no poder respirar.

- ¿No todos?

- No todos mueren, porque algunos, esos casi transparentes y un poco rojizos, se entierran en la arena húmeda y pueden resistir hasta la próxima pleamar.

- Podemos bajar y devolverlos al mar.

- Es mejor no interferir. Al vencer las dificultades y adaptarse a ellas, como han conseguido hacer esos peces, van evolucionando.

- ¿Y si la arena se seca del todo?

- Lo probable es que todos mueran. Pero, si alguno sobrevive,… quizás consiga respirar sin necesidad del agua y llegue a vivir incluso lejos del mar.

- ¿Crees que eso ocurrirá?

- Ese es el plan.

Marael se arrellanó en la nube en que se sentaban y echó la vista atrás para contemplar las escasas manchas de líquenes grises  y de verdes musgos que crecían en la yerma tierra cercana a la playa.

II

- Es maravilloso cómo ha cambiado el mundo en tan poco tiempo. – comentó Marael, fascinado por el espectáculo que ofrecían unos miles de flamencos rosa levantando el vuelo desde las poco profundas aguas de las orillas de un lago africano.

-  En lo que para ti es un instante, – contestó Jarciel –  nacen y mueren aquí millones de criaturas. Y, aunque rápida, te has dado una vuelta por todo el universo.

- Deben haber desarrollado una inteligencia extraordinaria para llegar a volar. – continuó Marael, que aún seguía observando las evoluciones de los flamencos en el aire.

- Bueno, algo de inteligencia si han desarrollado, pero hay otros animales que la han desarrollado más. Los elefantes, por ejemplo. O los delfines en el mar… Hay algunas especies de monos que hasta han sido capaces de elaborar armas para cazar. Pero, por ahora, quienes más desarrollada tienen la inteligencia son las abejas. Están perfectamente organizadas: la reina y los zánganos se dedican a la reproducción; las obreras, a la construcción de celdas para albergar a las crías, y a buscar flores con polen para hacer la miel… Cuando una encuentra polen en abundancia, les comunica su situación precisa a las demás con su forma de mover las alas…

- Entonces ¿son ellas el objetivo del plan?

- No lo creo. Hace tiempo que su evolución ha conseguido una perfecta organización, y han dejado de evolucionar. La mayor parte de los seres vivientes, sin embargo, no han dejado de hacerlo… De todas maneras, el aumento de la inteligencia no es el objetivo primordial. El objetivo no es su cantidad, sino su calidad.

Marael había desviado su atención hacia tres leonas que se estaban acercando desde puntos diferentes a una manada de antílopes. Dos de ellas se colocaron a barlovento de la manada. Algunos antílopes levantaron la testuz al percibir su olor. Ellas aullaron y corrieron hacia ellos. Ellos, asustados, corrieron en desbandada hacia donde les esperaba la tercera leona que, de un salto, agarró a uno con sus fauces por el cuello.

- Los volcanes – comentó Jarciel – entran en erupción cuando su inteligencia mineral advierte que no puede aguantar la presión. Las plantas crecen y florecen guiadas por su inteligencia vegetal. Y la inteligencia animal de las leonas las induce a matar cuando tienen hambre. Pero ni el volcán, ni las plantas, ni las leonas hacen nada pensando si lo que hacen está bien o está mal, porque no tienen inteligencia moral.

- Pero hace falta ser inteligente para distinguir entre el bien y el mal.

- Efectivamente. Pero el próximo avance del plan se dará cuando una de esas criaturas libremente pueda escoger entre hacer el bien o el mal.

- ¿Y si escoge hacer el mal?

- En todo caso, ese es el plan.

Al oir esa respuesta, Marael se retiró a la cara oculta de la luna para meditar.
             

III

Los dos ejércitos estaban enfrentados en los extremos de la llanura. En ambos se escuchaban trompetas, atabales y gritos de ánimo. Un hombre extraordinariamente alto y fornido salió de entre las filas de uno de ellos, fuertemente armado, y comenzó a insultar a grandes voces al ejército contrario.

- Ese ha escogido el mal. – aseveró Marael.

- Ese ha escogido muchas veces el mal, - replicó Jarciel – pero ahora, aunque no lo parezca, está escogiendo el bien. Si los dos ejércitos se enfrentaran, habría muchos muertos. Lo que está haciendo, confiado en su fortaleza, es desafiar, como paladín de su ejército, al que los del otro escojan como suyo. Así la batalla se decidiría con un solo muerto en un combate singular.

Durante unos minutos, todos, salvo el gigante, guardaron silencio. Y cuando ya parecía que nadie iba a aceptar su desafío, un muchacho, de no más de quince años, salió de entre las filas opuestas con solo una honda en sus manos.

El gigante rió, pero el muchacho colocó una piedra en la honda, la hizo girar a gran velocidad sobre su cabeza y la lanzó. La piedra dio en la frente del gigante que, tras unos instantes, cayó muerto al suelo.

- Y este ¿ha escogido el bien?
   
- Este casi siempre ha escogido el bien, pero algunas veces escogerá el mal. En nuestro caso, - explicó Jarciel - nuestra elección es única, definitiva y eterna, pero los hombres, al vivir inmersos en el tiempo, tienen cientos de ocasiones para escoger. Y unas veces escogen el bien, y otras el mal.

- ¿Ha habido alguno que haya escogido siempre el bien?

- No. Solamente uno, un descendiente de ese muchacho, lo hará.

- Si todos han escogido alguna vez el mal… ¿todos serán castigados y solo uno premiado?

- No. Ese no es el plan.  Ese Hombre Perfecto, que jamás escogerá el mal, será sacrificado para que no sean castigados todos los demás.

Marael guardó silencio unos instantes.

- ¡Pero eso es imposible! La sangre de uno solo no puede redimir las culpas de billones. ¡Tendría que ser Dios!

Jarciel sonrió.

- Ese es el plan.



viernes, 20 de enero de 2012

La cuadratura del círculo (azul)

¿Qué otro nombre le puedo dar a este dibujo? Yo no he dibujado ningún círculo. Solo cuadrados.





Podéis imprimirlo directamente, pero si queréis alguna de estas otras variantes, debéis imprimirlas cuatro veces y componer el círculo:







domingo, 15 de enero de 2012

El sueño

Alguien le llamó desde lejos. "¡Napalei! ¡Napalei!"

Su nombre no era Napalei, pero supo que era a él a quién llamaban.

Abrió los ojos y vio que estaba de pié en medio de una espesa niebla.

"¡Napalei!"

"¿Quién me llama? No puedo ver con tanta niebla".

"No es la niebla, es que tienes ojos y miras"

Sólo entonces se dio cuenta de que la voz no llegaba a sus oídos; que si es­cuchaba, sólo oía el tic‑tac del despertador en la mesilla de noche; que aquella ­voz no la sentía, sino que, simplemente, la sabía.

Cerró los ojos, y estaba a la orilla del mar, sobre la arena; y junto a él ha­bía una joven vestida de blanco. Sus cabellos eran negros y su mirada profunda. Era mediodía, pero su sombra no ocupaba ni el mínimo espacio que debiera.

"Coge esa piedra" le dijo la joven "y apréndetela".

La cogió entre sus manos y supo todas sus formas, y no había nada grabado en ella. Una veta grisacea, que dibujaba un círculo en su superficie, era lo único que interrumpía su blancura.

"Escribe tu nombre en ella"

"No tengo pluma"

La joven le dio un punzón, hecho de un solo diamante, y con él grabó "Napalei"

La joven colocó otra vez la piedra donde estaba y dijo: "Vamos", y echaron a andar a lo largo de la orilla.

Y el mar murmuraba a su lado; y a una ola seguía otra; y rompían; y les rozaban los pies para volverse luego cantando entre las piedras.

Entre el cabello negro de la joven, algunas canas reflejaban la luz del mediodía. Probablemente no era tan joven como parecía; quizás tuviera 40 años; quizás 30 ... Las arrugas de su frente. Las mejillas... Más bien 40.

"¿A donde vamos?"

"Estoy buscando el sitio donde debo dar la vuelta".

"Ya hemos caminado bastante. Demos la vuelta aquí".

"No es en ese sentido en el que debo dar la vuelta''

Napalei se dio cuenta de que la mujer se apoyaba en un bastón para andar y que tenía las manos terriblemente huesudas. Su pelo era grisaceo como la arena de aquella playa desierta.

"¿Quién eres tú?" le preguntó.

''¿Hace tanto que caminamos juntos, y no me conoces?"

De repente la vieja se paró y dijo: "Hemos llegado. Espera." Luego se encaminó hacia unas rocas y se ocultó tras ellas.

En unos instantes el aire se hizo más tenue, y un silencio nunca oído oprimió el corazón de Napalei.

Volvió su rostro hacia el mar, y las olas estaban quietas, como olas de cristal. Y una gaviota flotaba en el aire inmóvil, como si la gravedad no existiera; como una única nube bajo el sol.

Se oyó el berrear de un niño tras las rocas, y la gaviota se alejó vo­lando, y las olas rompieron, y le rozaron los pies, volviéndose luego para cantar entre las piedras.

Napalei se acercó corriendo hacia las rocas, y allí, envuelta en sus pañales, había una niña llorando.

"¡Maldita vieja!... Parir una niña a su edad y dejarla abandonada."

Cogió a la niña y la meció entre sus brazos hasta que dejó de llorar.

"Mejor será volver", pensó. Pero no pudo dar ni un paso atrás: el ­aire era impenetrable como el acero. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Dio un paso adelante y no encontró dificultad. Intentó nuevamente un paso atrás, pero el muro de aire había avanzado justo el paso que él había dado.

Asustado, echó a correr. Y corrió, y corrió tanto, que le parecieron siglos lo que había corrido; pero aún era mediodía, y las olas le rozaban los pies.

"Déjame en el suelo". dijo la chiquilla. Y Napalei la dejó, y la niña corría entre sus piernas riéndose.

"¿Por qué es el cielo azul?".

Pensó la respuesta, pero antes de que contestara, la muchacha le dijo:

"No, no es por eso"

"¿Porqué es azul? Explícamelo tú''

"No se puede explicar".

"¿Entonces?''

"... Se sabe".

Y siguieron andando en silencio.

"Coge esa piedra " le dijo la joven "y apréndetela".

La cogió entre sus manos y supo todas sus formas, y no había nada grabado en ella. Una veta grisacea, que dibujaba un circulo en su superficie, era lo único que interrumpía su blancura.

"Escribe tu nombre en ella"

"No tengo pluma".

La joven le dio un punzón, hecho de un solo diamante, y con él grabó "Napalei".

La joven colocó otra vez la piedra donde estaba y dijo: "Vamos".

"No quiero", murmuró, abriendo los ojos.

Y la niebla era azul y empapaba sus vestidos, y el tic‑tac del reloj marti­lleaba en sus oídos.

Volvió a cerrar los ojos, y estaba en lo alto de un monte, y un hombre for­nido, de rojiza barba, estaba a su lado.

"¿Quién eres tú? ¿Quién era la mujer que estaba conmigo?".

"Mi nombre es Oztekai, y Pointe es el suyo. Somos hermanos gemelos"

"No os parecéis en nada"

"Somos idénticos, lo que ocurre es que tu a mi siempre me ves parado y a ella, corriendo. Desde aquí puedes verla quieta".

Napalei observó que el monte era como un cono que llegaba hasta el mar, y Pointe estaba en la orilla, a todo lo largo de la playa. En un lado Pointe niña llo­rando; en otro, Pointe joven; más allá Pointe vieja con el cabello grisaceo. Pero en conjunto era una sola Pointe, inmóvil en la playa.

"¿Pero Pointe está viva o está muerta?".

"La muerte es la separación del cuerpo y del alma, y Pointe no tiene cuer­po, así como yo no tengo alma".

"¿No decías que erais iguales?"

"Digamos entonces que Pointe es sólo cuerpo y yo soy sólo alma. Todo de­pende de que me veas parado o me veas corriendo''.

"No te entiendo"

"Me entenderías si conocieras a tu hermana"

"Yo soy hijo único y no tengo hermana"

"Ampanipalei es tu hermana y Trazna es vuestra madre".

"Nunca oí hablar de ellas".

"Y sin embargo tú y tu hermana también sois gemelos. Sois idénticos, como dos gotas de agua con fuego dentro ... Sólo que lo que para ti es fuego, para ella es agua y lo que para ti es agua, para ella es fuego".

"Me gustaría verla"

"Para eso si te pueden servir los ojos, pero no aquí, ni ahora; la verás cuan­do yo renazca".

"¿Tu renaces como Pointe?"

"Si, pero ten cuidado, porque ella renace donde yo y yo renazco cuando ella, pero no a la inversa"

"¿Quieres decir que tú no renaces donde ella, ni ella cuando tú?"

"Exacto. Veo que ya vas comprendiendo".

Napalei observó que Oztekai crecía a medida que hablaba, y era ya diez veces mayor que al principio.

"Si sigues creciendo, no cabremos los dos en este monte".

"No te preocupes; dentro de poco habré crecido tanto que no seré mayor que un grano de arena"

"Háblame de mi madre"

"Trazna, mi hermana, es como una tenue luz a través de la niebla"

"¿Mi madre es tu hermana?"

"Ella, Pointe y yo somos hijos de Tolpelvukaim"

"¿Y quién es Tolpelvukaim?"

"Un parpadeo divino en medio de Mafá"

"¿Y Mafá?"

"Mafá no existe, puesto que no es nada"

De repente sonó el despertador y Napalei abrió los ojos. Se levantó y, mientras se vestía, pensó que Ampanipalei habría soñado aquella noche que pasea­ba con Oztekai por la playa y que hablaba con Pointe en la montaña. Sólo que creería que Pointe era Oztekai y Oztekai, Pointe. Y ella misma creería ser varón y llamarse Napalei.

"Bien pensado, quizás sea yo Ampanipalei..."



martes, 10 de enero de 2012

Brother's Eyes

El "padre" americano de mi hija Blanca se llama Roger W Smith, trabajaba en la Hewlett Packard, formaba parte de un grupo de "rock cristiano" (Brother's Eyes) y le dedicó una canción a mi hija:

Blanca's Song

Por aquellas fechas había escrito yo una balada, pero me parecía que le faltaba un poco de percusión:

California (versión original)

así que se me ocurrió mandársela para que le pusieran algún acompañamiento, y esta es la versión que hicieron:
California (versión de "Brother's Eyes")

La letra de la canción de Blanca dice lo siguiente:

Oh Blanca you came from Spain
Your hair of curls your pretty face
I'm taking a moment to write you this song
A song for you every own, a song laced in love.

A-na-na-na-na-na-na-na, like time this song goes on and on
A-la-la-la-la-la-la-la, when your heart needs sing this song

Oh Blanca, your presence will be missed
The memories that we had will be live on and on.
The pictures in our hearts and mind
The many things we did
Can't be erased with time no matter how long.

A-na-na-na-na-na-na-na, like time this song goes on and on
A-la-la-la-la-la-la-la, when your heart needs sing this song

Though you live in another land
A ocean separate us now
Memories live on and on 
Let the wind carry to you this song. 

A-na-na-na-na-na-na-na, like time this song goes on and on
A-la-la-la-la-la-la-la, when your heart needs sing this song

Aunque Roger W Smith dejó el grupo (y HP) para convertirse en pastor protestante, el grupo sigue funcionando. En la siguiente dirección pueden encontrarse algunas de sus producciones:

jueves, 5 de enero de 2012

Feliz 2012


- ¡No vale! ¡Les has quitado el pellejo  y las pipas!

- Puede que la Igartiburu sea alta, pero el Mota debe ser un retaco.

- ¡Y tú has cogido las más pequeñas!

- ¿Habéis preparado el champán?

- Creo que se ha operado para quitarse un par de costillas.

- ¿Quién ha cogido mis uvas?

- ¡Que empieza! ¡Que empieza!

- ¡Esperad, que primero van los cuartos!

Din-don, din-don, din-don, din-don, sonaron los cuartos. Luego, más graves, las doce campanadas. Al llegar a la octava, Jorge ya tenía todas las uvas en la boca e intentaba masticarlas. Pero cuando salió en la pantalla el cartel luminoso con el ¡FELIZ 2019! aún no había conseguido tragarlas. 

¿2019? ¿De qué iban en la tele? ¿Una broma de José Mota?

Din-don, din-don, din-don, din-don… ¡Otra vez los cuartos! Y luego, una campanada, y otra, y otra… Jorge se quedó inmóvil, hipnotizado por la pantalla.

- ¡Papá! No te has comido las uvas – dijo José mientras aparecía en letras parpadeantes ¡FELIZ 2015!

Jorge miró el platito que tenía en la mano. Las uvas estaban intactas.

- ¡Atención! – dijo la negrita que presentaba el programa de fin de año – Que van a sonar los cuartos… Ya saben, después, más graves, sonarán las doce campanadas.

Din-don, din-don, din-don, din-don… Jorge se fue metiendo mecánicamente las uvas, una a una, en la boca al ritmo de las campanadas, y al iluminarse el cartel con ¡FELIZ 2022! Había conseguido tragarse la última.

- ¡Jorge! ¿Qué te pasa? – le sacó de su hipnosis su mujer, María - ¡Abre el champán!

Jorge cogió la botella de champán con la mano derecha por el cuello y, con la izquierda, agarró el tapón y lo fue girando al tiempo que tiraba de él hacia fuera.

¡Pop! Con la botella inclinada no se derramó ni una gota. Llenó de espuma y champán las copas de cristal, mientras Ana abría la botella de gaseosa y llenaba las de plástico.

- ¡Feliz año!

- ¡Feliz 2022!

Chin, chin, chin, chocaron las copas.

- ¡Feliz año, abuelo! – dijo Isabelita chocando su copa de plástico con la de Jorge.

- ¡Abuelo, abuelo! – gritó Jorgito derramando la suya sobre la alfombra.

“¡Qué rápido pasa el tiempo!” pensó Jorge “Casi ni me acordaba de que tenía dos nietos. ¿De quién son? ¿De José o de Ana?”

- * -

- Tenemos un problema – dijo Lakesi mientras mostraba el hilo que sujetaba con los dedos pulgar e índice de su mano derecha.

- ¿Qué problema? – preguntaron al unísono las otras dos Moiras.

- Este hilo tiene un nudo, y no hay forma de deshacerlo.

- Llevo miles de años hilando vidas de hombres – dijo Cloto, dándose por aludida – y jamás he cometido un error tan burdo como para hacerle un nudo a una vida.

- Y yo llevo miles de años midiéndolas para que los hombres vivan exactamente el tiempo que están destinados a vivir, – replicó Lakesi – y tampoco lo he cometido jamás.

- ¿Y dónde está el problema? - preguntó Átropo.

- ¿Te imaginas el lío que se puede organizar cuando una vida tenga que pasar por un nudo? 

- Pues cortemos el hilo antes de llegar al nudo.

- En nuestro oficio debemos ser implacables, – dijo Lakesi – pero justas. Si cortamos el hilo antes del nudo, este hombre vivirá menos de cincuenta años, cuando estaba destinado a vivir noventa y siete.

Cloto examinó detenidamente el nudo.

- Creo que, aproximadamente, el nudo ha consumido diez años. Por tanto mide en el hilo ochenta y siete años, prescindiendo del nudo, y tendrá una vida aproximada de noventa y siete.

- No. – dijo Lakesi -  Tienes razón en que debo medir como si no hubiera nudo, pero debo medir exactamente noventa y siete años.

- ¡Pero entonces ese hombre morirá con ciento siete años! – exclamó Átropo.

- Exacto. – replicó Lakesi – Morirá con ciento siete años, pero como no habrá vivido los diez años del nudo, solo habrá vivido noventa y siete.

Átropo asintió con la cabeza y cortó el hilo exactamente por donde le indicaba Lakesi.

Cloto la hilandera, Lakesi la medidora y Átropo la inevitable no van vestidas de negro, como cree mucha gente, sino de un blanco resplandeciente. Y Átropo no utiliza una áspera guadaña para segar las vidas de los hombres, sino que las corta con unas delicadas tijeras de plata.