sábado, 31 de marzo de 2012

El club de los sádicos asesinos


Imagen tomada de "Cumbres Borrascosas"

Creo que me dormí. El coche se salió de la carretera y cayó por el precipicio. La puerta se abrió con el choque y las volteretas, y salí disparado, chocando contra un árbol, mientras el coche seguía rodando hasta el fondo del barranco.

Me levanté un poco mareado. Hacía frío. A mi alrededor todo estaba nevado, iluminado débilmente por solo la delgada hoz de la luna.

Comencé a escalar la pendiente. Debía llegar a la carretera y retroceder andando por ella. El último pueblo por el que había pasado no debía estar a más de tres kilómetros.

Subí agarrándome a los fríos matojos cubiertos de nieve, pero, a pesar de la pendiente, no me costó más de diez minutos llegar hasta la carretera.

Para mi sorpresa, al borde de ella, estaba parada una calesa de tonos rojizos y capota negra, tirada por un caballo zaino. Las riendas las sostenía un extraño personaje con levita, sombrero de copa y, anudada al cuello, una roja bufanda de seda.

- Suba, por favor. – me dijo – Hemos visto su accidente desde el castillo y he venido a recogerle.

- Gracias. – contesté  mientras subía y me sentaba a su lado – Ha sido Usted muy amable.
La calesa echó a andar.

- ¡Que frio hace! – musité.

- Aquí siempre hace mucho frio.

Hubo un largo silencio. Ni las ruedas, con el eje bien engrasado, ni el trote del caballo sobre la nieve producían sonido alguno.  

- No sabía que por aquí hubiera un castillo.

- Poca gente lo sabe. – contestó él – De hecho solo lo saben los miembros del selecto Club de los Sádicos Asesinos, Coronel.

El corazón me dio un salto. ¿Había dicho Coronel o simplemente me lo había parecido? ¿Cómo podía saber mi graduación? ¿Llevaba más de treinta años en España y, por primera vez, alguien me llamaba Coronel?

- ¿Quién es Usted? – pregunté.

- James Kelly. – contestó – A su lado, un aprendiz.

- ¿Un aprendiz? ¿De qué?

- Yo solo destripé unas cuantas prostitutas… No como Usted… Hoy están en el castillo la mayor parte de los miembros del Club. Estoy seguro de que vamos a disfrutar enormemente con sus relatos.

- ¿Mis relatos? – pregunté asustado.

- Sus experiencias con la picana eléctrica en el Club Atlético de Buenos Aires… ¿Cuántos murieron por las descargas? ¿Cuándo se retorcían más, cuando la aplicaban a los pezones o a los genitales? ¿A cuántos muertos y a cuantos, aún vivos, mandó arrojar desde el aire al océano?

Le miré aterrado. ¿Cómo sabía…?

En aquel momento llegamos al castillo. Atravesamos el pontón y paramos en el patio de armas.

- ¿Qué castillo es este?

- El de nuestro anfitrión, el Conde Vlad. – contestó después de agarrarme por el brazo para ayudarme a bajar.

Me resistí.

- Vamos, - dijo – están todos esperando.

Al entrar me pareció por un momento que se trataba de una fiesta de disfraces. Había tipos vestidos de todas las épocas: de romanos de blancas túnicas, de califas de enjoyados turbantes, de emplumados sacerdotes aztecas, de uniformados miembros de las SS,… Pero cuando formaron un pasillo aplaudiéndome para dejarme pasar, me di cuenta de que no lo era: Yo iba vestido con mi uniforme de gala y llevaba en el pecho las numerosas medallas con que habían sido reconocidos mis servicios a la patria.

Levanté la cabeza y los miré orgulloso. Y a medida que los iba mirando, iba sabiendo quienes eran y que habían hecho: Eran todos asesinos y torturadores, y lo habían hecho por puro placer. Por el placer de hacer daño, por el placer de matar…  ¡Qué asco!... Yo había torturado y matado, pero era por una causa noble: Tenía que hacer que confesaran, que delataran a sus cómplices… Sentía placer, pero era el placer del deber cumplido. ¿Imaginan el placer de conseguir que una madre delatara a su marido para que dejara de torturar a su hijo pequeño?... Es verdad que cuando confesaban, hacía como que no me lo creía y seguía torturando, pero se lo merecían… ¡Perros traidores a la patria! ¡Claro que sentía placer!...

Me di cuenta de que ya había atravesado la masa de asesinos. Levanté de nuevo la cabeza. Frente a mi había un estrado, y sobre el estrado, una mesa tras la que se sentaban tres personas. Supe al instante quienes eran. En el centro estaba Vlad Tepes, el empalador; a la izquierda, Torquemada, el inquisidor; y a la derecha, el doctor Mengele, el ángel de la muerte.

- Ha sido muy interesante su relato, Coronel, – dijo el Conde Vlad – pero estoy seguro de que tiene algo más que decir.

- Si. – dije volviéndome hacia la masa de asesinos - ¡Si!... Yo también lo hice por placer. ¡Por puro placer!... ¿Servicio a la patria?... No lo sé. En todo caso esa fue solo la excusa. Como todos vosotros… lo hice solo por placer.

Un estruendoso aplauso apenas si dejó oir lo que Vlad Tepes dijo a continuación:

- Le agradecemos que con su incorporación al Club nos haya proporcionado unas horas de asueto. Ahora todos debemos volver a nuestros tormentos.

Luego se dirigió a Jack, el destripador:

- Señor Kelly. ¿Sería tan amable de mostrar al Coronel su aposento?

James Kelly me tomó del brazo y me fue indicando el camino.

Bajábamos por una interminable y estrecha escalera de caracol cuando le pregunté:

- ¿Qué ha querido decir con lo del asueto y los tormentos?

- Aquí estamos todos condenados a sufrir los tormentos que nosotros aplicamos a los demás. Los tormentos solo se interrumpen, para recibirlo, cuando un nuevo miembro se incorpora al club.

Intenté pararme, pero no pude. Mis piernas no me obedecían y seguían bajando las escaleras.

- ¿Quieres decir que van a aplicarme la picana eléctrica hasta que muera? – pregunté aterrorizado.

El destripador se volvió y me dirigió la sonrisa más maligna que jamás he visto. 

- ¡Pobre imbécil! ¿Aún no te has enterado de que ya estás muerto?

--*--


Mis avezados lectores se habrán dado cuenta de que esta historia está contada en primera persona, lo que no tiene mucho sentido, porque ¿a quien se la cuenta?

La explicación es que, en la idea original, la historia no terminaba ahí. Seguía con la descripción detallada de los tormentos a que era sometido el protagonista y debía terminar con algo parecido a:

... y el tormento solo se interrumpe cuando muere un nuevo sádico asesino, y todos subimos a recibirle. Entonces todos intentamos cruzar con él nuestra mirada para que, con gran deleite, lea en nuestros ojos... ¡como has hecho tú!... nuestra historia. ¡Bienvenido, sádico asesino, al club!

Estuve dándole vueltas y vueltas a como describir los tormentos y los sufrimientos del coronel. Por las noches casi no dormía pensando en ellos... hasta que me di cuenta de que estaba disfrutando al repasarlos. Y corté con el tema. ¡Me estaba convirtiendo en un sádico asesino! 

martes, 27 de marzo de 2012

Creación del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid

A finales de 1965 contactó conmigo Andrés Bujosa (excompañero de la Junta de Energía Nuclear y futuro primer director del Instituto de Informática) para informarme de que IBM, donde entonces trabajaba, iba a ceder un equipo electrónico a la Universidad de Madrid, y que habían pensado, si yo estuviera interesado, en proponerme como director del centro de cálculo que se iba a crear. A mi me pareció una propuesta interesante, y Bujosa me recomendó que, si era así, buscase más apoyos a mi candidatura, ya que seguramente habría más candidaturas, aunque podía contar ya desde ese momento con que el presidente-director general de IBM, Fernando de Asúa Sejournat, me propondría como director.

Poco antes, la Facultad de Ciencias, donde ya había impartido clases de Cálculo Numérico, me había concedido premio extraordinario de doctorado por mi tesis (sobre un tema también de Cálculo Numérico), por lo que fue muy fácil, tras visitar a algunos catedráticos de la Sección de Matemáticas (Abellanas, Botella, Dou, Torroja,...), obtener su apoyo y el del decano de la facultad, Enrique Costa Novella. 

Y, por supuesto, también me apoyó mi padre, que conocía al Rector, Enrique Gutiérrez Ríos, escribiéndole para que tuviese en consideración mi candidatura.

El Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid (actual Complutense) fue fundado por un acuerdo  entre la Universidad e IBM de fecha 13 de Enero de 1966. Y ya desde comienzos de ese año empecé a colaborar en la planificación de sus actividades, así como con Miguel Fisac, arquitecto que se encargó de diseñar el edificio.



En la planta superior estaban ubicados los despachos, la biblioteca, un salón de actos y una sala para reuniones, cursos y seminarios. La planta baja albergaba el equipo informático, sala de perforistas, y un amplio hall. Y en el sótano estaban los equipos de aire acondicionado, almacén y una zona vacía que resultó muy útil para montar exposiciones. 



En el acuerdo, IBM cedía a la Universidad un equipo integrado por un IBM 7090, como el que pocos años antes había servido para realizar los cálculos necesarios para enviar a la luna el cohete Saturno, un IBM 1401 y el necesario equipo auxiliar. Figuraba, entre otras cosas, que el Centro, disponible para todas las universidades españolas, solo podía utilizarse para labores de investigación y enseñanza (y no para labores administrativas).

Parte del equipo puede verse actualmente en la zona habilitada como museo en la Facultad de Informática de la Universidad Complutense, en cuya biblioteca también se conservan los fondos bibliográficos producidos y reunidos por el Centro de Cálculo.


En 1966 trabajaba yo para la rama de energía nuclear del OCDE en el Centro Común de Investigación que el Euratom tenía en Ispra (Italia), donde, junto a otros equipos más modernos, disponíamos de un 7090/1401 igual al que iba a instalarse en Madrid. Pero no fue sino hasta el verano de 1967 cuando volví a España para hacerme cargo del puesto de director y comenzar la selección y preparación del personal centro.


Como subdirector seleccioné a Ernesto García Camarero, que me fue presentado, recién vuelto de Hispanoamérica, por un amigo común: Luis García de Viedma (también, como Bujosa, antiguo compañero de la JEN). Me pareció, por su experiencia y personalidad, la persona adecuada para asumir ese puesto, y también para sucederme en la dirección cuando dejé la Universidad, en 1974, para incorporarme al Banco de España.

Otra persona clave en el funcionamiento del Centro fue Mario Fernández Barberá, el hombre de IBM en el Centro de Cálculo. Su misión era la de servir de enlace y facilitarnos la ayuda de IBM en todo aquello que pudiéramos necesitar. A su experiencia en informática añadía su interés por el arte, que fue determinante en la creación de un Seminario de Análisis y Generación Automática de Formas Plásticas  (SAGAF-P).   



El Centro de Cálculo se inauguró oficialmente el 7 de Mayo de 1969, aunque ya llevaba un año de funcionamiento, durante el que, además del servicio de cálculo, comenzaron a impartirse cursos sobre informática, lenguajes de programación y aplicaciones, ciclos de conferencias, seminarios y congresos.


martes, 20 de marzo de 2012

Los gedeones

Esta historia no ha ocurrido todavía, pero ocurrirá. Ocurrirá dentro de tan­to tiempo, que los hombres se habrán cansado de ponerles número a los años y habrán comenzado de nuevo a ponerles nombre. Ocurrirá en el Año del Cama­león, primero, después de muchos, en el que el nombre corresponderá a un ani­mal de la vieja Tierra.

No le pondrán nombre a los años continuando la olvidada costumbre de las ra­zas orientales del planeta madre, sino que será una costumbre nueva, reinven­tada por los comerciantes interestelares de la futura sociedad de consumo.

El año anterior habrá sido el Año del Microsaurio, la feroz pulga salvaje de Alfa‑Centauro y, a pesar de los enormes estragos causados por los exóticos animales en todo el universo, habrá sido un año de pingües beneficios para los astutos comerciantes promotores del nombre.

La idea de escoger al camaleón para el siguiente año parecerá una idea afor­tunada, dada la extraordinaria habilidad del camaleón, con su larga lengua enrollable, para capturar a los cientos de peligrosos microsaurios que ha­brán escapado de sus descuidados amos.

Pero esta no es la historia de un millonario con tres camaleones. Ni la de un rico hombre de dos. Ni la de un hombre acomodado, afortunado poseedor de solo uno. Ni siquiera es la historia de un hombre. Nuestro héroe tendrá tan solo seis años estandar y habrá justamente acabado de estudiar el Bachille­rato Unificado y Polivalente.

Bachillerato Unificado y Polivalente será un nombre anacrónico e inapropia­do, ya que el conjunto de materias que abarcará no tendrá la más mínima uni­dad y, además, todo el mundo estará de acuerdo en que no valdrá para nada. Pero un nombre es un nombre. Millones de maestros habrán pasado sus vidas intentando hacer comprender a sus alumnos el contenido de esas materias, y algunos lo habrán incluso conseguido, pero habrán sido maestros anónimos, de los que apenas si sus propios alumnos recordarán el nombre. Su único con­suelo será la satisfacción del deber cumplido y el saber que el del político, que acuñó tan estrafalario nombre, tampoco ocupará un lugar en la, por desgracia, no muy extensa lista de los grandes pedagogos de la humanidad.

De todas formas, en el Año del Camaleón, ya no habrá maestros, y el B.U.P. se aprenderá con ayuda de un videoterminal conectado por microondas al orde­nador más cercano.

El día en que comenzará nuestra historia estará Ged, o Gedeón, que será el nombre completo de nuestro protagonista, sentado ante su videoterminal, te­cleando algunas preguntas de tipo informal.

POR QUE SON AMARILLAS LAS NUBES ?

El rostro programado en el visor se quedará unos instantes inmóvil, en espe­ra de que los complejos programas que lo animarán analicen la insólita pregunta y encuentren la respuesta adecuada en el vasto almacén de datos del ordenador. Luego sonreirá plácidamente y, mostrando una roja manzana, que habría hecho palidecer de envidia a la ya olvidada bruja de Blancanieves, pre­guntará con voz dulzona:

‑ ¿De que color es esta manzana?

ROJA, tecleará Gedeón.

Esta vez el rostro no se quedará inmóvil, porque Ged habrá contestado exac­tamente lo que el programa estará esperando.

‑ ¿Y este pimiento?

VERDE.

‑ ¿Y esta bola de cristal?

AZUL.

‑ Muy bien, Ged. ‑ la máquina siempre le llamará por su diminutivo en los momentos en que créa más pedagógico ganarse su confianza ‑ ¿Quieres repe­tirme la pregunta?

POR QUE SON AMARILLAS LAS NUBES ?

Nuevamente el rostro programado permanecerá inmóvil. Luego dirá:

‑ Eres un chico muy imaginativo, Ged, pero las nubes son blancas en todos los mundos habitados por el hombre, salvo al amanecer y al anochecer, cuan­do, por efecto de la refracción de la luz solar...

Gedeón apagará el videoterminal sin esperar el final y saldrá de la inmóvil astronave a sentarse sobre las violáceas hierbas del prado. El intenso azul de Sirio brillará solemne en el verde cielo de su planeta natal, mientras unas tenues nubes amarillas se deslizarán suaves sobre las rojizas crestas de las lejanas montañas del horizonte.

'Así pues', pensará Gedeón, 'no hay allí nubes amarillas. Deben de ser mun­dos perfectos.'

Y un plan comenzará e forjarse en su activa mente, aprovechando las facili­dades que le ofrecerá la enseñanza controlada por ordenador.

'Tiene sus defectos', seguirá pensando, 'pero, en conjunto, no está mal. per­mite a cada cual aprender a su propio ritmo, sin verse frenado por la velo­cidad de aprendizaje de los demás. Si en vez de haber encontrado la astrona­ve hace seis meses, la hubiese encontrado poco después de nacer, habría podi­do ya haber completado todos los estudios superiores que el hombre ha sido capaz de programar. Fue tan fácil... todo empezó porque me di cuenta de que los signos, que estaban pintados er el exterior de la astronave, se encontra­ban también en el teclado del videoterminal: G, E, D, E, O, N,...'

En ese momento algo interrumpirá los pensamientos de Ged. Algo que avanzará hacia él en línea recta con suaves movimientos ondulantes: Una semiesfera rosada, de un tercio de metro de diámetro, tierna y vibrante como un pastel de gelatina, impulsada ágilmente por los cincuenta rojizos deditos que con­tornearán su perímetro.

Un escalofrío inexplicable recorrerá la azulada superficie de Ged: nunca ha­brá visto nada tan maravilloso.

La semiesfera rosada se parará a unos metros, al descubrirle, y sus colores se volverán súbitamente más intensos.

Entonces Ged tomará la iniciativa y se acercará a ella, describiendo un len­to círculo a su alrededor, al tiempo que, con toda la agilidad de sus cincuenta dedos azules, girará a gran velocidad sobre si mismo.

Luego se parará a solo unos centímetros de la semiesfera rosada y, alargando uno de sus deditos, rozará suavemente uno de los de ella.

Ella, con un saltito, se alejará un poco de él, y él volverá a describir un lento círculo a su alrededor, girando al mismo tiempo velozmente sobre si mismo. Después, nuevamente a solo unos centímetros, volverá a alargar uno de sus dedos azules y a rozar uno de los rojizos de ella. Pero esta vez ella, fascinada, se dejará acariciar, y entonces él, alargando un segundo dedo, lo enlazará con los de ella. Y luego otro y otro dedo... hasta que las dos se­miesferas quedarán unidas formando una única esfera con un ecuador de dedos entrelazados.

La esfera comenzará a vibrar y a inflarse lentamente, adquiriendo un color uniforme, blanco brillante, para poco a poco elevarse del suelo, flotando en el aire, hasta una altura considerable. Las nubes amarillas del lejano horizonte comenzarán en ese momento a acer­carse velozmente, y miles de pequeños y amarillos reptiles alados formarán de nuevo una espesa y silenciosa nube entre la tersa esfera y el brillante circulo azul de Sirio.

La esfera alcanzará en unos minutos su máxima amplitud, explotando después como un globo pinchado y lanzando en todas direcciones cientos de pequeñas bolas blancas que caerán rápidamente a tierra. Y miles de vocingleros rep­tiles, con agudos chillidos, se lanzarán tras ellas en picado, consiguiendo llegar tan solo unas pocas al seguro suelo. Los amarillos reptiles, incapaces de cazar en tierra, se alejarán entonces hacia las rojas montañas como nubes amarillas sobre el verde horizonte.

Foto tomada del blog "GIZMODO" (con color modificado)

Durante algún tiempo las blancas bolitas permanecerán inmóviles en el suelo para luego, con el lento despertar de la conciencia, comenzar a aplanarse y a ondular sus bordes, prefigurando lo que luego serán sus cincuenta peque­ños dedos.

Todas estarán pensando lo mismo:

'Dentro de unos meses tendré suficiente agilidad como para volver a la astro­nave y seguir aprendiendo. Si solo uno de nosotros teclea, y los demás obser­vamos, la máquina seguirá pensando que es un solo Gedeón el que está estudian­do.'

A los siete años Gedeón será ya Doctor en Astrofísica, a los siete y medio, Doctor en Exobiología, a los ocho, en Historia del Imperio Medio Americano, a los ocho y dos meses... Pero todo tiene un limite, y en el futuro también lo tendrá: cuando a los nueve años Gedeón sea el más joven Ingeniero de Ca­minos, Canales y Puertos del universo, un persistente zumbido y una luz ro­ja intermitente sobre el videoterminal llamará la atención de las semiesferas azules y rosas, y una de ellas oprimirá el botón marcado 'ON'.

Un canoso pero Magnifico rostro aparecerá en la pantalla.

‑ Buenos días,.. Espero que sea de día en su hábitat... Soy el Doctor Dumb­found, Rector Magnifico de la Universidad de Tramape. Desearía hablar con el Doctor Gedeón.

SOY YO, teclearán unos ágiles dedos azules.

El rostro se iluminará con una Magnifica sonrisa.

‑ Doctor, es para mi un verdadero honor el comunicarle que el Claustro de profesores de mi Universidad ha decidido ofrecerle la oportunidad de acceder al puesto de Catedrático Numerario de Dactilografía. Las estadísticas que nos ha suministrado nuestro ordenador central muestran, sin ningún género de dudas, que jamás en la historia de la humanidad ha existido nadie que te­clee tan rápido.

Un Magnífico tic nervioso hará que el Doctor Dumbfound guiñe el ojo izquier­do tres veces consecutivas, quedando con esto claro que no será uno de esos amables y casi inmutables rostros programados.

‑ Naturalmente, antes del nombramiento definitivo, deberá pasar unos años de prueba como PNN, pero estoy seguro de que los superará usted fácilmente.

Gedeón se quedará unos instantes considerando la Magnifica oferta.

EN QUE CONSISTE LA PRUEBA DE LOS PNN ?

El rostro del Doctor Dumbfound mostrará una Magnífica sorpresa.

‑ Es bien simple. Comprenderá Usted que no puede entrarse a formar parte de un tan distinguido cuerpo basándose tan solo en los conocimientos del aspi­rante... Para llegar a Catedrático hace falta tener buenos padrinos. La prue­ba consiste precisamente en mostrar un servilismo tal, como Profesor No Numerario, que sea capaz de con­vencer a un grupo de catedráticos de que el aspirante...

¡Clic!

‑ Doctor Gedeón: permítame que me presente ‑ dirá un nuevo rostro de ojos pe­netrantes y nariz aguileña ‑ Me llamo Strudelheim, y soy Vicepresidente de la Fundación Univesidad‑Consumo. El Doctor Dumbfound, como Rector Magnífico, encabeza el cuerpo de catedráticos... pero el cerebro soy yo. Mientras Uste­des conversaban he estado examinando su expediente... Comprederá que una de mis más delicadas misiones es cuidar de que nuestros sabios no metan la pata demasiado frecuentemente... He visto que ha cursado Usted hasta ahora catorce carreras superiores. ¿Exacto?

EXACTO

‑ Aquí dice por error que tiene Usted nueve años. ¿Cual es realmente su edad?

TENGO NUEVE A*OS ESTANDAR. SU INFORMACIÓN ES CORRECTA.

(Obsérvese el detalle del asterisco. Se deberá a que el videoterminal y el ordenador central serán de diferentes marcas, y, ni siquiera en el año del camaleón, se habrán puesto de acuerdo los diferentes fabricantes de or­denadores en la forma de representar internamente la letra Ñ. Naturalmente, Gedeón creerá que el asterisco es la forma habitual de representar el sonido Ñ, pero esto no tendrá importancia, porque en el otro extremo de la línea aparecerá la letra correctamente).

‑ Es lo que suponía ‑ mintió Strudelheim descaradamente ‑ Sería desconso­lador encontrar un error en los archivos de nuestro ordenador... Bien, Doc­tor Gedeón, creo que no vale la pena de que considere la propuesta del Doctor Dumbfound: Yo le ofrezco, en nombre de la Fundación Universidad‑Consu­mo, el puesto de Colaborador Extraordinario para la difusión de la Ciencia y la Cultura en los Mundos Habitados. Tomará Usted la próxima astronave y se reunirá conmigo en Tramape.

POR AQUÍ NO PASAN NORMALMENTE ASTRONAVES: LA NUESTRA ESTÁ AVERIADA Y NO TENEMOS MATERIALES ADECUADOS PARA REPARARLA. ADEMÁS PREFIERO ESPERAR UN PAR DE A*OS PARA COMPLETAR MIS ESTUDIOS. QUE LE PARECE SI ENTONCES ME LLAMA Y NOS PONEMOS DE ACUERDO ?

Los ojos del Señor Strudelheim se moverán varias veces de izquierda a de­recha, leyendo el largo texto y , sin inmutarse ante la doble sorpresa de que rechazase su oferta y de que aún considerara que no había completado sus estudios, contestará:

‑ Como Usted prefiera. Dentro de dos años le volveré a llamar.

A los once años dejará Gedeón de utilizar el videoterminal, porque ya no tendrá nada que enseñarle, y nadie oprimirá la tecla 'ON' a pesar de los insistentes zumbidos y del parpadeo de la luz roja.

Seis meses después Strudelheim decidirá finalmente organizar una expedición que, después de seis meses más, aterrizará en una lujosa astronave junto a la vieja y rota GEDEON.

El primero en bajar, convenientemente protegido por su escafandra espacial, será el propio Strudelheim, Vicepresidente de la Fundación y vocal de 108 consejos directivos de casi todas las grandes compañías de comercio e in­dustria interestelares. Y también será él el primero en entrar en la vie­ja astronave y en llevarse la desagradable sorpresa de encontrar, intactos en sus cápsulas de semihibernación, los cadáveres de tres hombres, dos mu­jeres y un niño de diez o doce años.

‑ Grave pérdida para la Ciencia... ‑ dirá el Doctor Mablonde después de sacarse de la manga la plausible teoría de que la nave se estrelló al in­tentar despegar para abandonar el inhóspito planeta.

‑ Grave pérdida para la Economía. ‑ corregirá Strudelheim que habría pen­sado hacer grandes negocios exhibiendo al niño prodigio en todas las Uni­versidades de los Mundos Habitados.

‑ Lo único que podemos hacer es llevarnos al pequeño para que su cerebro sea estudiado en Tramape. ‑ dirá el Doctor Waterproof ‑ quizás encontremos la razón por la que pudo desarrollarse tan inmensa y precoz inteligencia.

‑ Nos llevaremos al pequeño, ‑ asentirá Strudelheim ‑ pero a los mayores los enterraremos aquí mismo. No resultaría económico acarrear tanto peso... muerto.

Un par de tripulantes se encargarán del entierro, abriendo una gran fosa entre las hierbas violaceas.

‑ Mira, Curro, ‑ dirá Perico señalando una pequeña semiesfera blanca de bordes ondulados ‑ ¿que es esa cosa tan asquerosa?

Curro se inclinará para verla de cerca.

‑ Un gusano esperando a que enterremos a sus muertos.

Más tarde será Mablonde quién encontrará una y, cogiéndola con cuidado, se la enseñará a Waterproof.

‑ Humm... ‑ murmurará este asintiendo levemente con la cabeza.

Y Mablonde la dejará caer descuidadamente al suelo.

‑ ¿Que porquería es esta? ‑ preguntará a su vez Strudelheim al encontrar otra.

‑ Es un espécimen neonato de Gedeonis Gedeonis. ‑ dirá Mablonde.

‑ Un curioso cefalópodo descubierto por el Doctor Gedeón. ‑ aclarará Water­proof ‑ Su tesis doctoral sobre exobiología lo describe prolíficamente... Es el único animal conocido que no respira... que no necesita oxígeno. Se alimenta exclusivamente de materia cornea, de las escamas de ciertos reptiles voladores que abundan en este planeta...

‑ ¿Podría vivir en una atmósfera normal ?

‑ Por supuesto, por supuesto...

Strudelheim aguzará la vista y descubrirá enseguida los miles de gedeones que estarán esperando entre las hierbas ser descubiertos. Su sentido comercial no necesitará aguzarlo.

‑ ¡Entierren al niño junto a sus padres! ‑ ordenará ‑ No me parece ético separarlos, ni útil examinar su cerebro. Llevamos siglos analizando los cerebros de nuestros mayores sabios y nunca hemos encontrado nada fuera de lo normal... Y... por cierto, para que este viaje no haya sido totalmen­te en vano, nos llevaremos tantas babosas de esas como podamos.

‑ Morirán de inanición en el camino... ‑ advertirá Mablonde.

‑¿No se alimentan de sustancia cornea?. Pues les daremos a comer nuestras uñas, cuando nos las cortemos, y, si hace falta, toda la tripulación se cortará periódicamente el pelo al cero. Además, por si no es suficiente, las llevaremos hibernadas.

Y así, seis meses después será el Año del Gedeón. Y todo hombre rico que se precie será el feliz poseedor de uno. Y los millonarios de todo el uni­verso tendrán dos. E incluso algún estrafalario multimillonario llegará a tener tres y hasta cuatro hermosas babosas azules y rosas con cincuenta repugnantes deditos.

Y pronto se considerarán más afortunados de lo que inicialmente hubieran podido imaginar. Porque no tardarán en darse cuenta de la poco común inte­ligencia de los gedeones y de sus vastos conocimientos en las más insólitas materias, que los convertirán en sus más preciados ayudantes.

Y seis años después, libres de las amarillas nubes de reptiles voladores, los gedeones se multiplicarán en todo el universo por diez mil, y tendrán a su cargo la dirección de toda la investigación, de todas las grandes indústrias, de los imperios comerciales...

Y seis años después, millones y millones de gedeones se repartirán equita­tivamente los hombres, cuyos pelos, vellos y uñas constituirán la base de su dieta alimenticia, completada con sustancias corneas artificiales.

Y seis a*os después volverá a ser el a*o de un animal de la vieja Tierra: Será el a*o del hombre. Y los gedeones acomodados poseerán uno. Y los ri­cos, dos. Y los grandes millonarios podrán tener tres y hasta cuatro ado­rables criaturas de sabrosas u*as y exquisitos cabellos negros, pelirro­jos, rubios y casta*os.

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Cuando escribí este cuento, el código interno de los ordenadores no contenía ni el signo de apertura de las interrogaciones ni la letra ñ. Había que utilizar otro caracter como si fuera la ñ, normalmente la barra inclinada, que podía verse correctamente si en la impresora se sustituía un caracter por otro. Hubo un momento en que se llegó a hablar de sustituir la ñ por una combinación de consonantes. Afortunadamente se amplió el número de bits con que se representaban los caracteres y la ñ y muchos otros caracteres tienen ahora su debida representación.



jueves, 15 de marzo de 2012

Penrose y la aguja del Creador


El universo comenzó su existencia a partir de una enorme explosión, conocida como el “big bang”.

Roger Penrose, uno de los científicos actuales más prestigiosos, considera en su libro “El camino de la realidad” (editorial Debate, 2006) que esta explosión tuvo unas características extraordinariamente especiales, llegando a decir a propósito de ella, en el pie de la figura 27.21:

“Creación del universo: ¡Una descripción extravagante! La aguja del Creador tiene que encontrar una caja minúscula, solo una parte en 10 elevado a 10123 del volumen del espacio de fases entero, para crear un universo con un big bang tan especial como el que realmente encontramos.”


Y en el texto del apartado 27.13:

“Si el Creador se equivocase en lo más mínimo al señalar este punto y hundiera la aguja de forma efectivamente aleatoria en la región de máxima entropía E (donde según Penrose se encuentra la minúscula caja correcta), entonces el resultado sería un universo inhabitable.”


Como Roger Penrose es ateo (o quizás agnóstico), considera absolutamente extravagante la idea de que Alguien sea tan inteligente como para acertar con la minúscula caja adecuada para producir un universo habitable. Encuentra más lógico creer que un big bang tan especial se produjo por puro azar.

¿Pero cómo es de grande el número 10 elevado a 10123? Intentemos escribirlo:

10 elevado a 101 es un 1 seguido de 10 ceros = 10000000000
10 elevado a 102 es un 1 seguido de 100 ceros =
10000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000
10 elevado a 104 ocuparía 100 líneas como la de arriba: Una página.
10 elevado a 107 ocuparía un libro de 1000 páginas.
10 elevado a 109 ocuparía una estantería con 100 libros.

Suponiendo que esa estantería ocupa medio metro cuadrado (50cm de fondo por 1m de ancho), y teniendo en cuenta que la Tierra tiene una superficie de unos 5*10kilómetros cuadrados, cabrían en la ella (océanos incluidos) 1015 estanterías. Tendríamos así espacio para escribir el número 10 elevado a 1024.

Se necesitarían 10 elevado a 1099 planetas como la Tierra para poder escribir todos los ceros de 10 elevado a 10123. (Observesé que el número de planetas necesario es mucho mayor que el número de ceros que hemos conseguido "publicar" en la Tierra).

¿Qué es más creíble, que Dios existe o que ha ocurrido un suceso que tiene una probabilidad de 1 contra 10 elevado a 10123?

Por supuesto, esto no prueba que Dios exista, ni que no haya ocurrido por casualidad un big bang tan improbable. Pero… Si esa es la probabilidad de que el big bang se deba al azar, ¿cual es la probabilidad de que fuera intencionado?

sábado, 10 de marzo de 2012

lunes, 5 de marzo de 2012

Un mundo feliz


- Bien,… pasemos ahora a las características físicas. ¿Rubio?

- No. Moreno y con los ojos verdes.

- Moreno y con los ojos verdes. ¿No quiere que se parezca a Vd.?

- Si. Si quiero que se parezca a mí, pero moreno y con los ojos verdes. Y con la nariz más pequeña… Más pequeña que mi nariz… antes de operarla, claro.

- ¿Pelo liso?

-¡Ajá!

- ¿Poco o muy velludo?

- Poco. Y alto.

-¿Más de dos metros?

- Hummm… ¿Uno noventa?

- ¿Hercúleo, apolíneo, dionisíaco...?

- Fuerte, pero no excesivamente musculoso. Los hombres demasiado musculosos me dan un poco de asco.

- ¿Color de la piel?

- Blanco, por supuesto.

- Ya,… pero ¿muy blanca, ligeramente bronceada…?

- Bronceada, si. Un poco bronceada.  

- ¿Un solo espécimen?

-Tres.

- ¿Tres?... Ya sabe, hay que seleccionar doce óvulos viables suyos del banco de óvulos y fecundarlos con espermatozoides de doce hombres diferentes, modificados genéticamente lo menos posible, para que aporten las características que Vd. desea, pero no aporta, y luego…

- Lo sé. Conozco el procedimiento, y sé que es simétrico cuando el peticionario es un hombre, pero me gustaría saber… ¿alguna vez se ha utilizado un óvulo mío en esos casos?

- Es posible, pero esa es una información que, aunque la conociera, no podría darle.  Pero sigamos…
- Ya le he dicho que conozco el procedimiento.

- Si, pero yo tengo que explicárselo por imperativo legal…  Tres meses después de fecundados se escogen los seis embriones de mejor calidad, y a los seis meses se seleccionan los tres que mejor se adapten a sus deseos, y que sean entre sí lo más diferentes posible. Finalmente, a los nueve meses se hace una proyección iconográfica del aspecto que probablemente tendrían los tres con un año, con cinco, diez, veinte, cuarenta y ochenta años, para que Vd. escoja el que le parezca más apropiado…

- ¿Y si me gustan dos… o los tres?

- El Comité Consultivo para la Natalidad solo le ha dado permiso para procrear un hijo. Solo podemos dejar uno vivo.

- Será maravilloso… de todas maneras. ¡Me hace tanta ilusión tener un hijo! 

- Y debe Vd. considerarse realmente afortunada. ¡A pocas personas les permiten tener uno con solo sesenta años!  


Feto de 12 semanas tomado de "nuestra vida al revés"