miércoles, 30 de enero de 2013

Los siete días de la creación

Durante mucho tiempo los cristianos hemos creído que, al ser la Biblia un libro inspirado por Dios, había que creer al pie de la letra todo lo que dice el Génesis. Todavía hay quien lo cree, pero la mayor parte opinamos que la inspiración no implica literalidad.

La descripción del Génesis va dirigida a unos hombres sin siquiera la mínima formación científica que se supone hoy día a hombres medianamente instruidos. Esto hace que utilice palabras y símiles fácilmente entendibles por ellos. En vez de hablar, por ejemplo, de etapas de millones de años, utiliza el símil de los días.

Pero ¿por qué siete días? El que hable precisamente de “siete” puede tener dos razones. Primera: el siete se consideraba un número perfecto, por lo que era adecuado para describir la perfección de la obra de Dios. Segundo: sentaba el precedente de descansar (y dar gloria a Dios) un día a la semana. “Descansó Dios el séptimo día”. Por lo demás, no parece que el mensaje hubiera cambiado mucho de haber dividido la creación en un número distinto de días.

Al dividir la creación en “días”, el Génesis nos está diciéndo que el universo no fue siempre como lo conocemos, sino que el que vemos ahora es el fruto de su evolución a lo largo del tiempo. Esa voluntad de explicitar el paso del tiempo queda aún más clara con la frase repetida “Y hubo tarde y mañana” seguida de “día primero”, “segundo día”… “día sexto”…

Por otra parte, el libro del Génesis se transmitió oralmente durante mucho tiempo, y es posible que, al transmitirse, haya sufrido algunas alteraciones. Si este fuera el caso ¿cuál sería la versión inspirada por Dios, la original o la que ha llegado hasta nosotros? Esto sería un problema si creyéramos que hay que interpretar el Génesis de forma literal, pero la respuesta, por supuesto, es que las dos por igual. Si realmente está inspirado por Dios, podría haber habido variaciones, pero no en el mensaje principal.

Podemos suponer, por ejemplo, que los versículos 1.11 a 1.13 en que se crean las plantas (“Haga brotar la tierra hierba verde, hierba con semilla, y árboles frutales cada uno con su fruto, según su especie, y con su simiente, sobre la tierra”) estaban originalmente situados detrás del 1.19, en el que se crea el sol (“Haya en el firmamento de los cielos lumbreras para separar el día de la noche”). El cambio de lugar se explicaría porque en el versículo 1.10 se dice “y a lo seco llamó Dios tierra”, y no es descabellado pensar que alguno de los transmisores orales se equivocara y cambiara el orden, haciendo que, inmediatamente después de crear la tierra, Dios creara las plantas que crecen sobre ella. Al fin y al cabo había creado la luz el primer día, con lo que el sol no debía parecerle estrictamente necesario.

Admitida su no literalidad, el Génesis podría reinterpretarse, quizás forzando un poco las palabras, para adaptarlo a lo que hoy sabemos gracias a los avances de la ciencia. De todas formas, no afirmo que la que sigue sea la interpretación correcta, sino tan solo que es una interpretación posible.

El versículo 1.3 (primer día) dice: “Dijo Dios: “Haya luz”; y hubo luz”. Pero no habla aquí del sol y las estrellas, cuya creación queda para el día cuarto. ¿Por qué no interpretar que esa luz se corresponde con el enorme destello que debió producir el big bang? ¿No es una buena manera de describirlo para un hombre no científico?

La gran explosión hizo que la energía y la materia producida empezaran a expandirse a enorme velocidad por el universo… o mejor, empezaran a expandir el universo al expandirse ellas… Por supuesto, no se trataba de una materia como la vemos hoy día. Al principio, ni siquiera eran electrones, ni protones y neutrones, sino casi energía en estado puro, formando los más elementales constituyentes de la materia (quarks, gluones… para los científicos).

En los primeros instantes del big bang, el “plasma primordial”, la “sopa de quarks y gluones”, era totalmente homogénea, es decir, idéntica en todas partes y en todas direcciones, pero muy pronto (en una pequeñísima fracción del primer segundo) se produjo una “rotura de la simetría” (Penrose, El camino de la realidad, apartado 28.1 y siguientes), dividiéndose la “sopa” en fragmentos, antecedentes de las actuales galaxias, que se fueron separando unos de otros, quedando inmensos espacios prácticamente vacíos entre ellos.

Y dice el versículo 1.6 (segundo día): “Dijo luego Dios: “Haya firmamento en medio de las aguas, que separe unas de otras”; y así fue”. Si nuestros divulgadores científicos hablan de “plasma” o “sopa” para que les entendamos ¿por qué no admitir que la Biblia hable de “agua” para referirse a lo mismo? Y en ese caso, la “separación de las aguas” ¿no tendría el mismo significado que la “rotura de la simetría”?

Al big bang siguió durante unos cuatrocientos millones de años, hasta que se produjeron las primeras estrellas, un periodo al que los científicos llaman “la edad oscura”.

Supongamos que también aquí hubo un cambio en el orden de los versículos y que el 1.2 (“La tierra estaba confusa y vacía, y las tinieblas cubrían la haz del abismo, pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas”) estaba originalmente detrás del 1.6. Esto ajustaría la descripción de la Biblia a la “edad oscura” de los científicos. El cambio de lugar se explicaría por su mención de las tinieblas, que no parecerían tener sentido después de haber creado Dios una luz que, sin duda, se consideró permanente.

Dice el versículo 1.9 (tercer día, primera parte): “Dijo luego: “júntense en un lugar las aguas de debajo de los cielos, y aparezca lo seco”. Así se hizo.” Y a continuación, en 1.10 “y a lo seco llamó Dios tierra”.

Este versículo podría interpretarse que no trata sobre la creación del planeta Tierra, sino de la materia. Si admitimos “agua” como equivalente de “sopa”, un paso más nos debe hacer admitir “tierra” como “materia”. Efectivamente, con ayuda de los “gluones”, los “quarks” se fueron juntando de tres en tres para producir neutrones y protones, que a su vez, al unirse entre sí, forman los núcleos de los átomos de lo que ahora entendemos como “materia”.

Con esta igualación “agua” = ”sopa” y “tierra” = ”materia” se puede reinterpretar también lo que dice el ya citado versículo 1.2: “La tierra estaba confusa y vacía” = ”lo que había, quarks y gluones, no estaba claro que fuera materia; a lo sumo sería premateria” y “el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas” = ”pero no se preocupen, la intención de Dios era que surgiera materia a partir de esa sopa”.

1.14 a 1.16 (cuarto día): “Dijo luego Dios: “Haya en el firmamento de los cielos lumbreras para separar el día de la noche, y servir de señales a estaciones, días y años, y luzcan en el firmamento de los cielos para alumbrar la tierra”. Y así fue. Hizo Dios los dos grandes luminares, el mayor para presidir al día, y el menor para presidir a la noche, y las estrellas

Podemos pensar que aquí el narrador omite la creación de la Tierra porque la supone ya creada. Recordemos que el narrador (original o transmisor) realmente no puede saber como fue la creación. Su descripción es una descripción “poética”, aunque inspirada por Dios.

Una vez cambiado de lugar los versículos 1.11 a 1.13 como ya vimos al hablar de la literalidad del Génesis, los siguientes “días” no necesitan más comentarios en este contexto; encajan bien con lo que sabemos:

1.11 (tercer día, segunda parte, recolocado como quinto, primera parte): ”Haga brotar la tierra hierba verde, hierba con semilla, y árboles frutales cada uno con su fruto, según su especie, y con su simiente, sobre la tierra.”

1.20 (quinto día): “Hiervan de animales las aguas y vuelen sobre la tierra aves

1.24 (sexto día): “Brote la tierra seres animados, ganados, reptiles y bestias” y 1.26: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza

2.1 (séptimo día): “descansó Dios el séptimo día

En los párrafos anteriores he seleccionado las frases que, para mi propósito, considero más significativas. Del resto seguramente pueden sacarse consecuencias, pero en general creo que tienen un carácter puramente literario, ornamental o reiterativo. Así, con distintas variantes, dice: “Y llamó (de tal manera) a (lo creado)”, “Y lo separó (de su contrario)”, “E hizo Dios (lo que había dicho que se hiciera)” o “Y brotó (lo que había dicho que brotara)”,…

Entre las frases repetidas cada día, que entiendo que tienen importancia, figura la de “Y vio Dios ser bueno (lo que acaba de crear)”.

No dice “Y vio Dios que era perfecto lo creado” sino solamente “bueno”. A pesar de sus imperfecciones.

Pero ¿por qué creó Dios un universo simplemente “bueno” y no “perfecto”? Quizás la respuesta nos la esté dando el científico ateo Roger Penrose en una frase que ya cité en una entrada anterior: “Si el Creador se equivocase en lo más mínimo al señalar este punto y hundiera la aguja de forma efectivamente aleatoria en la región de máxima entropía E, entonces el resultado sería un universo inhabitable”.

A esta frase podríamos darle una interpretación estricta y otra flexible:

En la interpretación estricta, Penrose nos estaría diciendo que nuestro universo es el único habitable posible. Cualquier otro punto nos daría un universo inhabitable. Pero ¿querría Dios crear un universo inhabitable? Y ¿puede hacer Dios, por muy omnipotente que sea, algo imposible? Creó el único posible.

En una interpretación flexible, un pequeño error produciría un universo inhabitable, pero podría haber otros puntos en los que, hundiendo la aguja con precisión, también se producirían universos habitables. Muchos de esos posibles universos podrían haber recibido el visto “bueno” de Dios, y haber sido creados.

1 comentario:

  1. Interesante y muy buena interpretación, por supuesto en una línea más a nuestros días, aunque quizás levantes ampollas en un gremio que no evoluciona y que sigue anclado en el pasado,..jeje.
    Un Saludo.
    Elperroverde

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