Ver la entrada TETRAEDRÓN del 8 de Febrero de 2017.
martes, 30 de junio de 2015
jueves, 25 de junio de 2015
Sacrificios
Los sacrificios humanos fueron
prohibidos en Roma el año 97 a.C., tanto si tenían por objeto la adivinación
como si se trataba de ofrendas a los dioses. En los pueblos antiguos - celtas,
vikingos, griegos, fenicios,... - eran frecuentes los sacrificios humanos para
aplacar la ira de los dioses o para que se mostraran propicios.
En particular,sacrificar al propio hijo debía considerarse muy meritorio. Los casos más conocidos, aunque
no llegaron a término, son quizás el de Agamenón sacrificando a su hija
Ifigenia antes de la guerra de Troya, y el de Abraham, sacrificando a su hijo (Isaac
según la Biblia, Ismael según el Corán), a petición de Yahvé, para mostrarle su
inquebrantable fe y obediencia. En el primer caso el sacrificio fue
interrumpido por la diosa Artemisa, y en el segundo, por el propio Yahvé que
sustituyó al niño por un cordero.
En el mito griego del banquete de Tántalo, tal como ha llegado a nosotros, Tántalo ofrece un banquete a los dioses y les da a comer, sin que ellos lo sepan, a su propio hijo Pélope. Los dioses descubren horrorizados el engaño, castigan a Tántalo, y reconstruyen a Pélope. Pero el mito de Tántalo es "míticamente" (no históricamente, por supuesto) muy anterior al sacrificio de Ifigenia, y por tanto corresponde a una época en la que sacrificar a los hijos era muy apreciado por los dioses. Por tanto, en el mito original, lo que ocurría era probablemente lo contrario: Tántalo ofrece a los dioses a su hijo en sacrificio, pero sacrifica a otro (¿un esclavo?). Los dioses se dan cuenta del engaño y castigan a Tántalo.
En el mito griego del banquete de Tántalo, tal como ha llegado a nosotros, Tántalo ofrece un banquete a los dioses y les da a comer, sin que ellos lo sepan, a su propio hijo Pélope. Los dioses descubren horrorizados el engaño, castigan a Tántalo, y reconstruyen a Pélope. Pero el mito de Tántalo es "míticamente" (no históricamente, por supuesto) muy anterior al sacrificio de Ifigenia, y por tanto corresponde a una época en la que sacrificar a los hijos era muy apreciado por los dioses. Por tanto, en el mito original, lo que ocurría era probablemente lo contrario: Tántalo ofrece a los dioses a su hijo en sacrificio, pero sacrifica a otro (¿un esclavo?). Los dioses se dan cuenta del engaño y castigan a Tántalo.
El sacrificio de animales era,
por supuesto, mucho más frecuente. Abraham era originario de Ur, donde la
petición de Yahvé seguramente no era una cosa rara, pero en los templos de
Mesopotamia lo que más se sacrificaba - y en cantidades ingentes - eran
animales para alimentar y contentar a sus dioses.
Los dioses griegos y romanos no necesitaban
que los alimentaran, se bastaban a sí mismos. Pero también se les ofrecían
sacrificios para que les fueran favorables. Homero nos da repetidos ejemplos de sacrificios. Así, por ejemplo, al
principio del canto III de la Odisea, nos cuenta:
"Nueve grupos había,
quinientos varones por grupo, y delante de sí cada grupo tenía nueve toros; las
entrañas estaban comidas, quemaban los muslos para el dios... "
y en el canto XIV:
"...degollado y abrasada la
piel, lo partieron y puso el porquero trozos crudos de todos los miembros en
grasa abundante y arrojolos al fuego después de empolvarlos de harina."
Pero el sacrificio no termina con
la ofrenda a los dioses. Termina cuando en el canto III se dice:
"Retiraron entonces las
mollas asadas al fuego y, partidas en trozos, gozaron del rico banquete."
Y en el XIV:
"En pedazos cortaron el resto y, clavado
en espiches, con cuidado lo fueron asando... y sirvió a cada cual otra parte;
diole a Ulises, no obstante, la cinta del lomo del cerdo..."
Es decir, el sacrificio se
completaba compartiendo la comida con los dioses.
Tanto musulmanes como judíos
siguen sacrificando actualmente (y comiendo) un cordero en determinadas fiestas. Los primeros,
como renovación del sacrificio de Abraham; los segundos en conmemoración de la
huida de Egipto.
Cristo se sacrificó para redimir
ante Dios-Padre a todos los hombres de sus pecados (ver la entrada Evolución). Pero el sacrificio no
estaría completo si los que lo comparten no comieran la carne del
sacrificado. Por eso Cristo, en la Última Cena instituye el sacramento de la
Eucaristía. Haciendo que el pan y el vino sean su propia carne y sangre, nos hace
partícipes de su sacrificio.
---
Los textos de la Odisea los he
tomado de la traducción de J.M.Pabón, publicada por la editorial Gredos en su
colección Biblioteca Clásica.
La imagen que acompaña al texto le he tomado del blog "Letras Libres"
La imagen que acompaña al texto le he tomado del blog "Letras Libres"
sábado, 20 de junio de 2015
lunes, 15 de junio de 2015
Tetraedrón - 52 - Reunión en el Palacio de Cristal
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miércoles, 10 de junio de 2015
El águila ciega
Había una vez un águila de porte
tan impresionante y vuelo tan majestuoso que los animales del valle la
consideraban su reina. La temían y la admiraban.
Cuando la veáis ascender en
círculos sobre vosotros, decía mamá coneja a sus gazapos, quedaos quietos sin
mover un músculo, porque el águila tiene una vista portentosa y detecta desde
arriba el más mínimo movimiento. Se lanzará en picado con sus pardas alas medio
cerradas y, a menos que estéis a la entrada de la madriguera, por mucho que
corráis, no escaparéis de sus garras.
Pero, a
medida que pasaban los años, el águila se fue dando cuenta de que iba perdiendo
la vista, e intuyó que algún día los animales del valle dejarían de admirarla o,
aún peor, de temerla. Y que hasta era posible que terminaran por burlarse de
ella. Así que decidió dejar el valle antes de que llegara ese día e irse y
morir en un páramo lejano.
Los
animales del valle, que aún no se habían dado cuenta de su pérdida de visión, después
de verla alejarse, comprendieron que ya nunca volvería. Y pensaron que el valle
se le había quedado pequeño, y se había marchado en busca de un reino más
amplio y más digno de ella.
Esto es
una fábula y, como tal, tiene sus moralejas. Cada cual debe decidir cual toma y
cual deja.
viernes, 5 de junio de 2015
Laberinto - 5 - El Doctor Hraby extrae una muela
El Doctor Yosiph Hraby era rubio,
delgado y con ojos gris claro. Su vecino en el Laberinto, Lisidr Fulcan, por el
contrario, era moreno, con ojos casi negros y barba densa.
Apoye la cabeza en el
reposacabezas y abra bien la boca, dijo Hraby.
Fulcan echó la cabeza hacia
atrás, abrió la boca, y pegó un grito ahogado cuando el Doctor le golpeó con un
martillito dorado la muela que le había hecho ir a su consulta.
Veo que es esta, dijo el Hraby
acercándose para verla mejor. Me temo que no tiene más arreglo que extraerla.
Dejó el martillito en la mesa de
los utensilios y cogió unas tenacillas, también doradas.
Fulcan cerró la boca
aterrorizado: No irá a sacármela sin dormirme ¿verdad?.
Le dolerá, pero solo será un
instante.
Fulcan permaneció callado, pero
con la boca bien cerrada y unos ojos suplicantes. Desde que, de pequeño, le
empastaron una muela, los dientes y los dentistas formaban parte de sus peores
pesadillas.
Como usted seguramente sabe, la
hipnosis tiene sus peligros, y...
No importa. Duérmame, por favor.
Bien, dijo el dentista sacando un
papel de un cajón. En ese caso debe Usted firmar este consentimiento.
Legalmente no puedo hipnotizarle sin su permiso, por lo que la Comuna obliga a
que firme este documento, librándome de responsabilidad en caso de que algo
vaya mal.
Fulcan leyó el consentimiento.
¿Puedo no despertar nunca de la
hipnosis?
En teoría, si. Pero yo no he
conocido ningún caso.
¿Puede dolerme a pesar de la
hipnosis?
Puede, si el hipnotizador no es
suficientemente bueno.
¿Puedo quedar para siempre
sometido a la voluntad del hipnotizador?
Nunca se deje hipnotizar por
alguien en quien no confíe.
Fulcan calló unos instantes, dudando
si podría confiar en el Doctor Hraby, pero al final sacó una pluma, firmó el
documento y volvió a apoyar la cabeza en el reposacabezas.
Ahora debe usted vaciar su cabeza
de cualquier clase de pensamiento. Tan solo míreme a los ojos y escuche mis
palabras.
El Doctor Hraby acercó sus ojos a
los ojos de Fucan, clavando su mirada en él mientras, con una voz monótona,
repetía: No piense en nada... Vacíe su mente... Tiene sueño... Mucho sueño...
Le pesan los párpados... Abra la boca... No piense en nada...
El Ingeniero Fulcan no duró mucho
despierto. En poco menos de un minuto sus párpados se habían cerrado y su boca
estaba abierta.
El Doctor Hraby volvió a coger
las tenacillas doradas y, con un rápido movimiento, extrajo la muela. Luego
tomó una gasa, que empapó en un líquido coagulante, y la mantuvo unos segundos
apretada contra la llaga. La retiró, observó que no sangraba, y se sentó frente
a Fulcan.
¿Es Usted imperatrixta?
Fulcan negó con la cabeza.
¿Crucista?
Vuelta a negar.
¿Pertenece a alguna otra secta o
sociedad secreta?
Nueva negativa de Fulcan.
Olvide lo que le he preguntado
y... ¡Despierte!, ordenó el Doctor al tiempo que daba una sonora palmada junto
al oído derecho de Fulcan, que abrió los ojos inmediatamente.
¿Me la ha sacado?
Por supuesto, dijo Hraby
mostrándosela. Puede beber, pero hoy no retenga líquidos en la boca, ni se la
enjuague. Coma solo comidas tiernas, y nada caliente. Contra más frías mejor.
Luego se negó a cobrarle nada por
la extracción, alegando su vecindad en el Laberinto, y Fulcan se ofreció a
ayudarle en cualquier cosa que el Doctor necesitase de él.
Por supuesto, pensó el Yosiph Hraby.
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